martes, septiembre 20, 2005

Acerca de los Liberales con Apellido

Parto declarando que no soy un experto en Políticas Públicas y Economía Política, sin embargo, me llamó la atención un interesante artículo de Felipe Morandé que acaba de publicar en El Mercurio denominado Los Liberales Solidarios y que transcribo al final de este comentario. En él se postula una nueva corriente social que tiene el nombre del artículo, y del cual enumera algunas caracterísiticas interesantes que busca conciliar las corrientes del liberal conservador y el liberal progresista. Dentro de esas características mencionó como ejemplo de diseño de políticas públicas el relacionado con los subsidios a la demanda (en vez de la oferta) en el sector Salud y Educación y de esta forma activar la competencia en sectores per se menos rentables desde un punto de vista privado. A primera vista me parece bastante interesante este punto en particular y por ello al navegar por internet encontré este intersante artículo escrito por los investigadores Pablo Gonzalez, Alejandra Mizala y Pilar Romaguera del CEA (Centro de Economía Aplicada) de la Universidad de Chile titulado como Recursos diferenciados a la Educación Subvencionada en Chile. Estas últimas autoras pertenecen a Expansiva, organización que ha sido comúnmente clasificada dentro de los Liberales Progresistas. En dicho artículo se detallan un conjunto de herramientas de diseño de políticas públicas en las que aparece el subsidio a la demanda para el caso de la educación.
El último aspecto que me llamó la atención del artículo de Felipe Morandé es la característica intrínseca del Liberal Solidario en la que el crecimiento es casi un valor absoluto. Creo que esto podría ser peligroso por cuanto el crecimiento debe ir acompañado del adjetivo sustentable, ya que como dice el dicho nada se crea ni se destruye... sólo se transforma, así que si se crece (por simple lógica de pensamiento sistémico de un sistema cerrado) algo se quita. De esta forma, una variable que esta fuera de la ecuación del crecimiento mencionado por el autor es el medio ambiente (entre otros). Por ello sería interesante encontrar mecanismos pro mercado (como el propuesto en el subsidio a la educación) que integre efectivamente esta parte que ha estado tan en voga últimamente en Chile. En una entrevista a Manfred Max Neef (premio nobel alternativo de economía 1983) en Atina Chile levanta las críticas del crecimiento como máxima de los economistas y que tiene que ver con mi comentario anterior. Se puede acceder pinchando aquí.
Sin tener más comentarios, presento el artículo que motivó el post.
El liberal solidario, por Felipe Morandé

Algún entusiasta de los logros económicos de nuestro país en los últimos veinte años y de los amplios consensos en materia económica, envalentonado tal vez por el espíritu dieciochero, puede lanzar al aire una frase como que en Chile somos todos liberales. Después de todo, desde 1985 han pasado gobiernos de muy distinto signo político y el país sigue ostentando un lugar de privilegio en los rankings mundiales de libertad económica.Pero ese rapto de entusiasmo no pasa de ser una apreciación demasiado ligera. Por de pronto, el ser liberal no es sólo un asunto económico sino que toca a todas las formas en que el individuo se plantea frente al Estado, la sociedad, la política, las instituciones y la cultura. Y si hablamos exclusivamente de lo económico, los matices abundan. Liberales en esta área hay en forma transversal desde la UDI hasta el PS.José Joaquín Brunner quiso distinguir esto llamando a unos liberales conservadores, a quienes ubica hacia la derecha del espectro político, y a otros liberales progresistas, localizados en el seno de la Concertación. Ambos comparten como principio que el mercado es el mejor asignador de recursos, pero disienten respecto de hasta dónde puede el mercado robarle terreno al Estado en la provisión de los servicios públicos. Los liberales conservadores buscarán siempre "soluciones privadas a problemas públicos", parafraseando el título de un libro muy revelador en esta materia del Instituto Libertad y Desarrollo; en cambio, los liberales progresistas, optarán por guardar para el Estado servicios que consideran indispensables para disminuir las inequidades, como la educación y la salud.A lo anterior habría que agregar también una dimensión valórica en la que los liberales progresistas, haciendo honor a su nombre y apellido, se sienten más abiertos a los cambios culturales y más proclives a la defensa a ultranza de los derechos de las personas. Mientras, los liberales conservadores tienden a privilegiar el derecho de propiedad y resienten la amenaza que trae la globalización cultural a instituciones sociales que consideran básicas, como la familia tradicional.Este bipolarismo liberal, reconocidamente simple, admite sin embargo terceras partes. Quiero presentar, en tal sentido, una vertiente que podríamos calificar como intermedia entre las dos anteriores: la de los liberales solidarios. Esta categoría se acerca a la calificada por Brunner como liberales conservadores en cuanto a expandir los mecanismos de mercado a la provisión de servicios públicos, pero de la mano de un apoyo subsidiario del Estado tan intenso como la exigiría un liberal progresista.Por ejemplo, se trataría de extender masivamente los subsidios a la demanda para que los más pobres accedan a servicios de salud y educación provistos indistintamente por entidades privadas o públicas, eliminando los actuales subsidios a la oferta (más evidentes en el caso de la salud pública), al tiempo que el monto per cápita de esos subsidios se incrementaría sustancialmente. En el caso de la educación, ello podría materializarse en una duplicación de la subvención escolar para familias del quintil más pobre, así como la instauración de un subsidio portable a las madres de menores ingresos para que dejen a sus hijos menores en jardines infantiles y guarderías, mientras trabajan y luchan por salir de la pobreza.El liberal solidario comparte con el progresista su interés por la equidad, manifestada en la igualdad de oportunidades, pero está dispuesto a buscar los mecanismos más eficientes para conseguir ese propósito, los que, la mayoría de las veces, se circunscriben a introducir la lógica de la competencia y el mercado en áreas que para un liberal progresista ello es un tabú.El liberal progresista se desenvuelve en el llamado mundo progresista a secas, donde se respira una sospecha casi visceral respecto del sector privado y las cualidades de los empresarios. De ahí que palabras como "regulación", "fiscalización" e "intervención" son prioritarias en el léxico progresista, mucho más que otras como "eficiencia", "productividad" o "crecimiento". Y los más moderados de los progresistas, que querrían salirse de estas casillas, terminan aceptándolas en aras de la unidad, la intención de ganar espacios desde dentro, o simplemente por el gusto del poder.El liberal conservador, por su parte, probablemente se siente parte de una red de intereses privados -a veces también de lazos familiares o sociales- que le quita grados de autonomía a la hora de llevar a cabo políticas públicas. El liberal solidario, en cambio, ve en el empresario privado al mejor aliado para traer progreso al país en un marco de plena competencia y de fuerte innovación, sin prebendas, aliado que además puede ser involucrado en iniciativas de bien público.Para un liberal solidario, el crecimiento económico es casi un valor absoluto. Es que es sólo el crecimiento el que a la larga trae más empleo y mejores salarios para todo el mundo, ayudando al progreso de todos y cada uno. Y porque además el crecimiento económico permite al Estado recaudar más recursos para hacer su labor solidaria con los que menos tienen.En pos del crecimiento, el liberal solidario puede ser audaz y apostar incluso a medidas menos ortodoxas que apoyen la innovación tecnológica e inciten un espíritu schumpeteriano en el sector privado, algo que un liberal conservador mirará con sospecha. A diferencia de un liberal progresista, sin embargo, una política como ésta la hará por la vía de una exención tributaria y no creando una entidad estatal que administre burocráticamente el gasto destinado a innovación.Finalmente, veo en el liberal solidario a un espíritu libre, dispuesto a entender y aceptar la globalización de la cultura, prescindiendo de anteojeras moralistas pero ferozmente atado a la declaración universal de los derechos del hombre, buscador de la eficiencia y la transparencia a todo nivel y, a la vez, comprometido con la creación de riqueza como la única manera de apuntar a que todos tengamos a una vida digna."Para un liberal solidario, el crecimiento económico es casi un valor absoluto. Es que es sólo el crecimiento el que a la larga trae más empleo y mejores salarios para todo el mundo."