miércoles, septiembre 28, 2005

Una nueva forma de ver la Economía

Un interesante artículo aparecido en La Tercera de uno de los economistas más destacados de Chile, Eduardo Engel (y uno de los profesores que más me influyó en mis estudios en la Universidad por su rigurosidad matemática y lógica, además de su sensibilidad social) comenta sobre la necesidad de indagar las verderas causas de fenómenos sociales que a primera vista pueden inducir a explicaciones fáciles o políticamente sesgadas (como la discusión sobre el tema de la delicuencia en Chile)
En este sentido ilustra algunos ejemplos sacados del libro Freakonomics del destacado economista de la Universidad de Chicago, Steven Levitt (graduado de la Universidad de Harvard), dentro de los cuales uno de los más polémicos es la causa más significativa de la baja de la delicuencia en EE.UU. durante la década de los 90... la legalización del aborto en 1973. Lo anterior debido a la ausencia de potenciales criminales que habrían nacido en un un nicho social con pocos recursos y en un ambiente familiar en la que no es deseado. Suena crudo, tal como lo dice el autor del artículo, pero es la evidencia cierta.
Conclusiones? Lo más directo que se puede concluir es la generación de políticas en torno a la sexualidad y uso de preservativos... pero más allá del caso puntual mencionado en los párrafos anteriores, no cabe duda que los efectos más sustanciales en la baja de la delicuencia van de la mano de generar políticas que encaren las causas sociales más que simplemente centrarse en "la mano dura" y el discurso fácil. Por ello, urge focalizarse en aspectos como la escándalosa desigualdad social en Chile, la educación y generación de oportunidades, etc.... a lo mejor los efectos no serán inmediatos, pero ya tenemos evidencia, como en el ejemplo de EE.UU. de que en un par de décadas sí se pueden generar resultados dramáticos.
Aqui va el artículo:
Faltan 100 millones de mujeres...

Al elegir entre distintas políticas, es importante partir por establecer cuáles son las causas verdaderas del problema que queremos resolver. Muchas veces aceptamos explicaciones que no son correctas, por inercia, por flojera o porque coinciden con nuestros prejuicios sobre el tema. El problema es que si partimos de un diagnóstico equivocado, lo más probable es que elijamos las políticas equivocadas.

Eduardo Engel
Fecha edición: 25-09-2005

El año 1990, Amartya Sen alertó al mundo sobre la ausencia de aproximadamente 100 millones de mujeres en Asia. El célebre economista, que poco después obtuvo el Premio Nobel de Economía, notó que mientras la proporción de hombres y mujeres era casi la misma en países de Occidente, en países como Bangladesh, China, India y Pakistán había mucho más hombres que mujeres. Esta observación lo llevó a concluir que las culturas asiáticas eran negligentes con sus hijas, porque no las llevaban a los controles médicos o las alimentaban peor que a sus hijos varones. Otros analistas fueron más duros, afirmando que el misterio de las "mujeres faltantes" se debía a infanticidios, a abortos forzados y a la trata de blancas.
Emily Oster había escuchado de las mujeres faltantes cuando ingresó a la Universidad de Harvard una década más tarde. Interesada en la salud pública, un verano leyó el libro "Hepatitis B: la búsqueda de un virus asesino", de Baruch Blumberg, donde se mencionaban algunos estudios mostrando que era mucho más probable que una mujer embarazada que tenía hepatitis B tuviera un niño que una niña. Aunque la causa no se conoce con certeza, tal vez sea que los abortos espontáneos, debidos a la enfermedad, son más frecuentes cuando el feto es femenino.
La joven estudiante ató cabos y se abocó a la tarea de ver, país por país, la relación entre la incidencia de la hepatitis B y las diferencias entre el número de hombres y mujeres. En un trabajo publicado recientemente en una de las revistas más prestigiosas en economía, Oster muestra que sumando a través de países, se tiene que la mitad de las mujeres faltantes se explica por la incidencia de hepatitis B. En lugar de haber sido víctimas de padres negligentes o criminales, estas mujeres simplemente nunca nacieron.
Los criminales faltantes
Uno de los best-sellers más sorprendentes en años recientes, compitiendo de igual a igual con Harry Potter y el Código Da Vinci en la lista de más vendidos en Amazon, es el libro "Freakonomics". Escrito por un destacado economista de la U. de Chicago (Steven Levitt) y un muy buen periodista del New York Times (Stephen Dubner), el libro cuenta una docena de historias, varias de ellas basadas en el trabajo académico de Levitt, mostrando la importancia de cuestionar las verdades aceptadas, exigiendo evidencia convincente y pensando en explicaciones alternativas cuando dicha evidencia no se puede encontrar. El trabajo de Emily Oster sobre las mujeres faltantes pertenece a esta nueva escuela que ha tomado vuelo en economía durante la última década.
Levitt alcanzó notoriedad hacia fines de los 90, cuando junto a John Donohue propuso una explicación particularmente polémica para la sorprendente caída en los índices de criminalidad de EE.UU. a comienzos de los 90.
Entre 1975 y 1990 los crímenes violentos aumentaron en un 80% en los Estados Unidos, desatando la preocupación ciudadana y transformándose en tema obligado de los noticiarios. Cuando los índices de criminalidad cayeron rápidamente a comienzos de los 90, llegando a niveles que no se veían desde los años 50, todo el mundo fue pillado de sorpresa, preguntándose qué había pasado.
Varias hipótesis se barajaron para explicar esta súbita y dramática caída: nuevas estrategias utilizadas por la policía, mayor énfasis en encarcelar a los criminales, cambios en los mercados de drogas, envejecimiento de la población, control de armas más estricto, mayor crecimiento económico y un mayor número de policías.
La explicación basada en una nueva estrategia policial fue una de las más populares, sobre todo por cómo se dieron las cosas en la ciudad de Nueva York. Con la elección de un nuevo alcalde, Rudi Giuliani, vino un cambio en cómo se gestionaba la ciudad. El grado de sofisticación para obtener y procesar información, al incorporarse las soluciones informáticas al trabajo policial, aumentó considerablemente con Giuliani. Esta modernización policial vino acompañada de una supervisión mucho más estricta del trabajo policial: por primera vez los jefes de policía debían rendir cuentas regularmente al alcalde, revisándose el logro de las metas acordadas.
Si uno mira cuidadosamente la evidencia, se concluye que una mejor gestión policial no tuvo nada que ver con la súbita caída de crímenes violentos a comienzos de los 90. En primer lugar, los crímenes violentos en Nueva York cayeron en un 20% entre 1990 y 1993, revirtiendo la tendencia al alza de la década anterior, mientras que Giuliani y sus cambios revolucionarios de gestión llegaron a la alcaldía de Nueva York recién en 1994. El timing no calza. A lo anterior se agrega que la reducción de crímenes fue a lo largo y ancho de todos los Estados Unidos, incluyendo una gran mayoría de ciudades en que no hubo reforma alguna en cómo se manejaba la policía.
La hipótesis que plantea Levitt es que los crímenes cayeron a partir de 1990 debido a la legalización del aborto que tuvo lugar en EE.UU. en 1973. Muchos niños que hubieran nacido y terminado siendo criminales -los criminales son más activos entre los 15 y 30 años de edad- no nacieron porque sus madres optaron por un aborto. Suena crudo, no cabe duda, pero no estamos hablando de cómo quisiéramos que fueran las cosas, sino de cómo fueron.
Veamos, entonces, cuál es la evidencia que ofrece Levitt. Primero, que los crímenes violentos bajaron primero en los estados que legalizaron el aborto antes. Nueva York, California, Washington y Hawai legalizaron el aborto al menos dos años antes que el resto del país, viendo caer sus índices de criminalidad antes que los restantes estados. Segundo, Levitt encuentra que los crímenes violentos cayeron mucho más durante los 90 en aquellos estados que tuvieron un mayor número de abortos durante los 70.
La hipótesis de Levitt explica parte importante del fenómeno, pero no todo. Otros factores importantes son un incremento del número de policías y un aumento de la población carcelaria. Levitt y Dubner también exponen una serie de factores, algunos de ellos muy populares en su momento, que no tienen nada que ver. Sin un análisis cuidadoso de la evidencia, lo más probable es que se termine adoptando las políticas equivocadas.
El deterioro faltante
Una generación completa creció en América Latina convencida de que el deterioro en los términos de intercambio justificaba la adopción de una estrategia de desarrollo basada en la sustitución de importaciones. Los precios de los bienes manufacturados crecían más lento que los precios de los recursos naturales, se decía, por lo cual los gobiernos debían promover el desarrollo del sector manufacturero.
El problema está en que el deterioro de los términos de intercambio no aparece en los datos. En defensa de Prebisch, la información disponible en 1950, cuando formuló su hipótesis, era poca y de no muy buena calidad. Pero es más difícil defender a los seguidores de Prebisch, ya que a fines de los 70 ya había suficiente información para concluir que los términos de intercambio no mostraban ninguna tendencia a la baja. Es cierto que los términos de intercambio de países ricos en recursos naturales fluctúan más, pero las políticas que motivan estas fluctuaciones son bien distintas de aquellas motivadas por un supuesto deterioro.
Conclusión
Al elegir entre distintas políticas, es importante partir por establecer cuáles son las causas verdaderas del problema que queremos resolver. Muchas veces aceptamos explicaciones que no son correctas, por inercia, por flojera o porque coinciden con nuestros prejuicios sobre el tema. El problema es que si partimos de un diagnóstico equivocado, lo más probable es que elijamos las políticas equivocadas.